Bioshock Infinite es
un juego difícil de describir sin mencionar los innumerables detalles que lo
convierten en un título memorable. Hay muchos momentos cerca del final del
juego que nos convencen de que acabamos de presenciar algo único y memorable.
Ciertamente hay algunos aspectos de la experiencia de juego que no son tan
divertidos como quisiéramos, pero el juego como un todo es en el balance
general simplemente fantástico.
La mayor parte del
juego gira alrededor de la ciudad flotante de Columbia, ambientada en la
cultura Americana de principios del siglo XX. Columbia se ha anexado a si misma
a los Estados Unidos luego de romper sus lazos con China a consecuencia de la
Revuelta de los Boxers. El autoproclamado Profeta Comstock, líder espiritual de
Columbia decide hacer una ‘ascensión’ muy literal y se lleva a todos los
habitantes de Columbia y la ciudad misma hacia los cielos, para nunca volver a
ser vistos. Tú interpretas el papel de Booker DeWitt, un investigador privado
de poca monta que sufre un serio problema de adicción a las apuestas. Un día
recibes la oferta de liberarte de todas tus impagables deudas si logras entrar
a Columbia para encontrar y liberar a una misteriosa joven llamada Elizabeth.
Aunque desconoces los motivos por los cuales alguien quiere a la chica, la
posibilidad de zafarte de tus deudas es demasiado tentadora y aceptas.
A primera vista esto
suena como tu rutinaria excusa de videojuegos para iniciar una aventura. Y en
cierta forma lo es. Sin embargo hay cosas muy únicas de un Bioshock que separan
este título de tu juego promedio. Los plásmidos son reemplazados en esta
entrega por los Vigors, los cuales presentan varias de las características que
les distinguían en el primer juego. Además aún puedes encender en llamas
cualquier charco de combustible derramado que encuentres o electrificar el agua
para electrocutar a cualquier enemigo que entre en ella. Finalmente, también
puedes mejorar tus armas y poderes con el pasar del tiempo.
En lo referente a
armamentos el juego se siente también bastante familiar, y consiste del
arquetípico arsenal de pistolas y escopetas. Hay alguna que otra arma algo
rebuscada, pero en general, si alguna vez has jugado un tirador sabrás
inmediatamente que esperar de casi cada arma que te encuentres. Si hay algunas
innovaciones por aquí y allá; por ejemplo, el uso de rieles aéreos para desplazarte
por las alturas de Columbia enganchando un garfio deslizador que por cierto
también puede ser usado como una conveniente arma de contacto en momentos de
necesidad.
Durante el combate
puedes apuntarle a tus enemigos y dispárales con tu arma de fuego mientras avanzas por los rieles aéreos o
puedes abalanzarte contra el para combatirlo en combate cuerpo a cuerpo. No es
tan fácil aprender a usar los rieles aéreos en tu beneficio, pero vale la pena
el esfuerzo pues tu manejo de estos marca la diferencia entre un juego de
acción aceptable y una experiencia de combate muy dinámica y especial que
terminas usando en cada oportunidad que puedes.
Hay otras similitudes con el Bioshock original que podemos
encontrar en la campaña infinita, tantas de hecho que es casi imposible no
comenzar a hacer comparaciones con el original. Aunque Rapture era ciertamente
un lugar más atemorizante, haciéndote presa de la claustrofobia, el temor a
ahogarte, y la desconfianza de todos los psicópatas que te rodeaban, Columbia no
se queda tan atrás. El mal en Columbia no es tan descarado, pero se percibe con
facilidad como algo siempre oculto apenas bajo la superficie o a la vuelta de
la esquina.
Y creo que esta
sutileza para presentar el peligro es una de las virtudes que me enamoraron de
este juego. Desde el primer momento en que Booker entra en la ciudad descubres
que muchas cosas no son lo que parecen a primera vista. La verdad es que
Columbia de entrada se ve casi normal, siempre y cuando decidas ignorar el
hecho que es una ciudad flotante. Los elementos que la conforman todos son
propios de la época de principios de siglo, pero hay siempre algo, a veces tan
sutil como la letra que tararea un cuarteto de barberos que te revela que algo
no anda bien en la ciudad.
Sin embargo, lo que
termina de atraparte en la trama y en Columbia como locación, es el asombroso
grado de detalle de los entornos. No es que diga que sea uno de los titanes
gráficos de la industria. Claramente hay algunos modelos y texturas que no son
muy convincentes y posiblemente se hubieran beneficiado de un poco más de
trabajo de refinación. Pero el diseño de arte es impecable con un fabuloso
grado de detalle y sentido estético visible en cada aspecto de la arquitectura.
Esto hace que Columbia sea la ciudad flotante más convincente que haya visto en
un videojuego a la fecha.
Otro aspecto que
ayuda a vincularte fuertemente con la ciudad es la propia Elizabeth, que te
acompaña durante la mayor parte del juego presentándote con muchas interesantes
oportunidades para interactuar y explotar el ambiente. Ella buscará y te
entregará dinero, municiones, o recargas de vida que encuentra a medida avanzan
por el terreno. También te avisará de oportunidades para forzar candados y
explorar zonas ocultas en busca de ítems. Lo mejor es que no requiere que la
estés protegiendo constantemente pues ella es perfectamente capaz de cuidarse
sola.
Como dije anteriormente, es difícil describir Bioshock sin
contar un sinnúmero de detalles que creo preferirías descubrir por tu cuenta
mientras completas el juego. Hay suficientes elementos que vas encontrando a
medida avanzas como para mantenerte siempre deseando ver que más hay a la
vuelta de la esquina. Además es sumamente satisfactorio ver como varios
elementos evolucionan en forma impredecible a medida avanzas con la campaña. El
juego ofrece una experiencia magistralmente hilvanada que se siente mucho más
grande cuando la ves como un todo respecto a cómo se siente cuando analizas sus
componentes en forma separada. En fin, Bioshock Infinite es un título altamente
recomendable que no deberías pasar por alto.
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